lunes, 20 de junio de 2016

30 años de la muerte de Jorge Luis Borges, maestro indiscutible del relato de ficcición y extraordianrio poeta.



Se cumplen 30 años del fallecimiento del indiscutible maestro del realto Jorge Luis Borges.
Según esta cronología inversa o antibiográfica, la historia comienza en el cementerio de Plain Palais en Ginebra, Suiza, el 14 de junio de 1986, de donde el cuerpo de Jorge Luis Borges es trasladado a un departamento de la Grand Rue 28. Allí presenta los primeros signos vitales y comienza un notable proceso de desarrollo, aunque está completamente ciego. En una clara muestra de lucidez, el 26 de abril Borges se divorcia de María Kodama mediante un poder dado a un juez de Paraguay.
Meses después, en diciembre de 1985, Borges viaja a Buenos Aires y publica su ópera prima: Los conjurados. La celebridad es instantánea. Kodama lo acompaña en carácter de secretaria privada. Borges cada vez se siente mejor y los síntomas de su enfermedad parecen estar cediendo.



Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo (Buenos Aires, 24 de agosto de 1899-Ginebra, 14 de junio de 1986) fue un escritor argentino, uno de los autores más destacados de la literatura del siglo XX. Publicó ensayos breves, cuentos y poemas. Su obra, fundamental en la literatura y el pensamiento universales, además de objeto de minuciosos análisis y múltiples interpretaciones, trasciende cualquier clasificación y excluye todo tipo de dogmatismo.2
Es considerado uno de los eruditos más reconocidos del siglo XX. Ontologías fantásticas, genealogías sincrónicas, gramáticas utópicas, geografías novelescas, múltiples historias universales, bestiarios lógicos, éticas narrativas, matemáticas imaginarias, dramas teológicos, invenciones geométricas y recuerdos inventados son parte del inmenso paisaje que las obras de Borges ofrecen tanto a los estudiosos como al lector casual. Y sobre todas las cosas, la filosofía, concebida como perplejidad, el pensamiento como conjetura, y la poesía, la forma suprema de la racionalidad. Siendo un literato puro pero, paradójicamente, preferido por los semióticos, matemáticos, filólogos, filósofos y mitólogos, Borges ofrece —a través de la perfección de su lenguaje, de sus conocimientos, del universalismo de sus ideas, de la originalidad de sus ficciones y de la belleza de su poesía— una obra que hace honor a la lengua española y la mente universal.3
Galardonado con numerosos premios,4 Borges fue un personaje polémico, con posturas políticas que se estima fueron óbice para ganar el Premio Nobel de Literatura5 6 al que fue candidato durante casi treinta años.


Aparte de ese comentario, Borges logró sintetizar lo absurdo de los nacionalismos y de las guerras en su poema Juan López y John Ward.70
Les tocó en suerte una época extraña.
El planeta había sido parcelado en distintos países,
cada uno provisto de lealtades,
de queridas memorias,
de un pasado sin duda heroico,
de derechos,
de agravios,
de una mitología peculiar,
de próceres de bronce,
de aniversarios,
de demagogos y de símbolos.
Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras.
López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil;
Ward, en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown.
Había estudiado castellano para leer el Quijote.
El otro profesaba el amor de Conrad,
que le había sido revelado en una aula de la calle Viamonte.
Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara,
en unas islas demasiado famosas,
y cada uno de los dos fue Caín,
y cada uno, Abel.
Los enterraron juntos.
La nieve y la corrupción los conocen.
El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.70