viernes, 11 de marzo de 2016

Villanueva de los Infantes, el pueblo del Caballero del Verde Gabán. El Quijote

                                (Dibujo a plumilla de Ramón F. de "Villanueva de los Infantes)




6.- DE RUIDERA A VILLANUEVA DE LOS INFANTES

(Un capítulo de mi libro "Buscando a Azorín por la Mancha") Ediciones Lulu /Usa.

      Sr. Azorín:

      Tomamos la carretera de los Infantes, que lo de Villanueva le sobra, por la N-430 hasta un cruce que se nos abre  en Casas Blancas, antes de llegar a Alhambra, por una carretera solitaria, la CM-3129, donde el paisaje es de tierras rojizas, que como usted sabe por eso le deben llaman Alhambra, que es un nombre árabe como  la Alhambra de Granada de los nazaríes a la que llamaban «La roja» por el color de las tierras del cerro donde se alza. (Quién dice si Cide Hamete Benengeli o Berenjena como le llamaba Sancho, no era de Alhambra).  Los eruditos y discretos especialistas de la ruta de don Quijote sitúan en este pueblo, de semejanza nazarí, las bodas del rico Camacho con Quiteria, relatadas en los capítulos 19-21 de la 2º parte.  Se pasa por el centro del vetusto pueblo de Carrizosa (la aldea de Basilio, cap. 21, 2º parte), situado en una especie de charnela por donde pasa el arroyo de Cañamares, la travesía tiene una curva a la derecha, continúan las tierras  rojizas de labrantío, buena tierra sobre ondulaciones y algún otero sobre el que aparecen los restos arqueológicos de una especie de torre, restos de lo que fue un molino de viento, manchas de viejos olivos y viñedos, sobre todo viñas que han empezado a enseñar su verdes pámpanos como billetes verdes, porque no sé el precio de la uva al viticultor pero el vino embotellado es oro tinto. 






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      Ya entramos en los Infantes, cruzamos sus calles en las que se aprecian las piedras nobles, monacales, aristocráticas  de palacios, conventos  e  iglesias,  piedras cenobitas de arenisca rojiza, bermellones, ocres, todas ellas  convertidas en arte, piedras apretadas, quietas, hechas a besos de cinceles.  El origen de la villa es romano.   El Infante don Enrique de Aragón le concedió la Carta Puebla en 1421, y se independizó de Montiel,  y en honor de sus hermanos los Infantes don Juan y don Pedro, recibió el nombre de «Los Infantes» en 1480 y en 1491 se le dio el de Villanueva de los Infantes,  su censo siguió creciendo hasta sobrepasar los 5.000 habitantes a mediados del siglo XVI.  Esto le valió a Felipe II para proclamarla capital del Campo de Montiel en 1573 tanto política como eclesiásticamente, y capital de Gobernación de la Orden de Santiago, influyendo considerablemente en el Campo de Montiel y zonas de Albacete, Murcia y Jaén durante toda la Edad Moderna.  En el censo de 1998 tiene 5.801 habitantes.
      Estos datos históricos más las cinco citas que hace Cervantes del Campo de Montiel en El Quijote han valido a algunos investigadores para considerarla  que este es el enigmático «En un lugar de La Mancha». En este IV Centenario se está hablando de Villanueva de los Infantes en detrimento de Argamasilla. Por los datos aportados es evidente que esta ciudad ya se llamaba así un siglo antres de cuando se escribió El Quijote. Además si el Caballero del Verde Gabán era de aquí, no podía ser también don Quijote y Sancho.
      Cruzamos longitudinalmente la villa hasta llegar cerca del parque de la Constitución que fue remodelado  en 2002, donde se ve una Ermita del Santísimo Cristo. Aparqué el coche junto al monumento dedicado a don Francisco de Quevedo y Villegas, señor de La Torre de Francisco Abad que murió aquí el 8 septiembre 1645 en el convento de Santo Domingo, aunque fue enterrado en la iglesia de San Andrés, capilla de los Bustos.  Desde luego  que yo, ahora,  los Infantes le bautizaría como la Deseada (aquí desea uno vivir).  Entremos en la iglesia de Santo Domingo, dentro no había ni un alma, nunca mejor dicho, la foto que le hice a una estela de nombres medievales no salió por falta de luz o de un  encantamiento. Santuario de Nuestra Señora de la Antigua.
       Pero como el motivo de nuestro viaje era buscar sus huellas, señor Azorín, y a la vez, también la de don Quijote, tomamos la calle central peatonal llamada de Cervantes, una calle comercial, locales de souvenir, palacios y la casa del Caballero del Verde Gabán, aquí me hizo mi mujer una fotografía, no pudimos entrar al impedirlo una puerta cerrada y además es propiedad particular, lo dice el letrero en metacrilato que hay en la puerta. En la fachada de la casa es de piedra arenisca rojiza de la zona, tiene una puerta nueva de doble hoja, enmarcada entre dos columnas empotradas con capiteles erosionados, escudo en el dintel que no puedo describir porque no soy heraldista, hay un amplio balcón que toma  ángulo recto hacia la esquina de la calle Jacinto Benavente, alero amplio en el tejado de una robustez nueva.  Aquí estuvo don Quijote y Sancho, y aquí mismo, ahora, 400 años después estoy yo profanando un lugar casi sagrado y que además pintó el ilustrador Gustavo Doré (Casa del caballero del Verde Gabán)
     Por un momento quiero acordarme, nos vamos a detener, porque quiero retroceder por el túnel del tiempo novelesco y el real, simbiosis que no se puede experimentar con tanta nobleza y dignidad que aquí, por asombroso que sea, esta casa la describe Cervantes en el Capítulo 18 de la 2º parte, cuando  llegó don Quijote con Sancho acompañados del dueño de la casa don Diego de Miranda, el Caballero del Verde Gabán al que encontraron en el camino después de una lid con el caballero del bosque. Invitación que les hizo  don Diego con la inequívoca pretensión de que don Quijote desengañara o desencantara a su hijo en la fantasía de ser un poeta. La descripción de la casa por Cervantes es la siguiente:
       «Halló don Quijote ser la casa de don Diego de Miranda ancha como de aldea; las armas, empero, aunque de piedra tosca, encima de la puerta de la calle; la bodega, en el patio; la cueva, en el portal, y muchas tinajas a la redonda, que, por ser del Toboso…» (Cap.18,2º.P). 

        Desde luego, ahora, estoy seguro de que el gran ilustrador francés Gustavo Doré no vio esta casa porque el dibujo que realizó de su patio interior es el de un palacio y no el de una cas machega de la época.
       Las tinajas toboseñas, ya fueron descritas en el siglo XVI, según don Martín de Riquer, famosas en La Mancha.
      Aquí vivía el matrimonio  don Diego de Miranda, rico labrador, con doña Cristina y   con su hijo don Lorenzo «estudiante de poesía» en Salamanca y que quería dedicarse a ser poeta, lo cual daba quebraderos de cabeza a su padre.  (El narrador del Quijote  equivoca al lector en el número de hijos, porque cuando en el diálogo de auto-presentación que hace don Diego de Miranda en el  Cap. 16, escribe: «…paso la vida con mi mujer, y con mis hijos,..» en plural, cuando en el mismo capítulo dice: «tengo un hijo (…) será de edad de diez y ocho años». Porque Cervantes, como decía el erudito cervantista nurciano don Diego de Clemencín no tenía costumbre de repasar sus escritos.
        Madre e hijo salen a recibirles: al padre y a los dos personajes cuyas presencias habían sido ya escritas en  El ingenioso Hidalgo con Quijote de Mancha, según el bachiller Sansón Carrasco (cap, II, 2º parte).   Don Quijote, ayudado por su escudero se desarmó y «quedó en valones [calzones al estilo de Valonia] y en jubón de camuza, todo bisunto [sangriento] con la mugre de las armas».  A «fuerza de adulación» don Lorenzo de Miranda,  recitó a don Quijote versos glosados y un soneto, la insistencia propia del novel ante el consagrado maestro. Lorenzo dice del Caballero de la Triste figura que  «él es un loco bizarro, un entreverado loco, lleno de lúcido intervalos». En realidad don Quijote va tomando cordura en la II Parte, recordemos que es un loco que muere cuerdo. Habla don Quijote de los premios literarios, y ya entonces tenía las mismas sospechas y opiniones de tongo, que hoy en día:
       «…el primero siempre se lleva el favor o la gran calidad de la persona, el segundo se le lleva la mera justicia, y el tercero viene a ser segundo, y el primero a esta cuenta será el tercero, al modo de las licencias que se dan en las universidades…».

       En la casa de don Diego de Miranda comieron, y pasaron cuatro días como huéspedes bien recibidos, don Quijote y Sancho.

      Usted dio una conferencia en el Ateneo de Madrid, en el mes abril 1905: Don Quijote en casa del caballero del Verde Gabán, esta conferencia  aparecerá en la recopilación de artículos Lecturas españolas, Madrid, 1912, y Con Cervantes, 1947 y   Con permiso de los cervantistas (Biblioteca Nueva, 1948),  habla de este caballero propietario de esta casa de los Infantes, en dos artículos: «La entrevista» y «En casa de Miranda».
      En la cabecera escribe usted:«Este es el trabajo que ha escrito Azorín para que sea leído aquí, en el Ateneo, con motivo del centenario del Quijote. No tiene importancia; carece de trascendencia; el autor no puede meterse en disquisiciones hondas, porque sabe muy pocas cosas». Firmado Azorín.   Usted habla de sí mismo en tercera persona, lo cual es llamativo.
      En la explicación de la conferencia, dice usted que Lorenzo es un mozo absurdo y fantástico, su padre no ha podido hacer nada para que estudiara leyes, «esto le granjea nuestra más calurosa simpatía». ¿Por qué le causa a usted simpatía Lorenzo?, quizás porque es la misma estampa de usted, que no  acabó leyes en Valencia como su padre quería, y acabó siendo tratante de palabras.  Y ve usted en Don Diego a don Isidro Martínez, con el mismo problema de hijo que no saca los estudios de Derecho.  Sin duda alguna don Isidro como don Diego no estaba contento con la decisión tomada por su hijo en ser poeta, cuando asegura en un diálogo: «tengo un hijo, que, a no tenerle, quizás me juzgara por más dichoso de lo que soy; y no porque él sea malo, sino porque no es tan bueno como yo quisiera», (Cap. 16, 2º parte).  Sin embargo, Lorenzo de Miranda no estudiaba leyes en Salamanca sino «las lenguas latina y griega», y no quería estudiar otras ciencias.
      «Don Diego, su padre, no ha podido hacer que se aplique a más provechosas y sólidas especulaciones; pero hasta ahora sus ímpetus, sus gustos, sus tendencias, se hallaban reprimidas, tenidas por el ambiente sosegado y regular de esta vivienda…». Al final de la conferencia hay una defensa de los ideales ante los prosaicos:   «¿Qué creéis que importa más para el aumento y grandeza de las naciones: estos espíritus solitarios, errabundos, fantásticos y perseguidores del ideal, o estos otros prosaicos, metódicos, respetuosos con las tradiciones, amantes de las leyes, activos, laboriosos y honrados, mercaderes, industriales, artesanos y labradores?»
     La grandeza del Quijote es la capacidad humana de presentarnos problemas de antaño que son vigentes actualmente,  porque los hijos   «son pedazos de la entraña de sus padres, y así, se han de querer, o buenos o malos que sean».
    
       En el artículo «La entrevista», usted nos cuenta:
      «La entrevista que han celebrado Don Quijote y Lorenzo de Miranda se ha desenvuelto, como decimos ahora, en un ambiente de entera cordialidad». No faltaba más sino que hubiera sido de otro modo. Ocurre con Don Quijote que, siendo un hombre de acción, es, en ocasiones, un intelectual; no retrocedamos ante este sustantivo moderno».
      En «La casa de Miranda», usted se refiera, sin duda a la casa de don Diego de Miranda, el Caballero del Verde Gabán, aunque no le nombre, y nos cuenta:
    «La casa de Miranda es bonita; lo dice todo el mundo; no podemos nosotros menos de asentir; asentimos, desde luego, con mucho gusto. ¿Y cómo nos describe Cervantes la casa de don Diego de Miranda? No nos da de la casa sino cuatro rasgos. Y no nos da más porque, en puridad, no puede darnos más. Y no puede darnos más porque el arte, en su tiempo, no lo permite».

      En la calle Cervantes de esta villa puebla de los Infantes, se abren puertas de tiendas de souvenir, son típicas las figuras de don Quijote y Sancho forjadas en  hierro con pie como si fueran pisapapeles, valen de 25 a 30 €, hay que empezar a comprar recuerdos. Seguimos por la barroca fachada de la Encarnación, hasta el final donde a la derecha aparece una farmacia que fue botica desde finales el siglo XIX, allí se abre la Plaza Mayor, cuadrada,  con soportales con arcos neoclásicos, bancos de piedra  donde se sienta doña Julia, doña Paquita con niños que juegan a montar en bicicleta, y en un banco de piedra nos sentamos mi mujer y yo, he hice unas fotografías y tomé notas en mi bloc.
     Lo que más llama la atención del viajero ya cansado de caminar a cojetadas, es ver la torre y la puerta de la  parroquia de San Andrés, soberbia  catedral con puerta enmarcada en grandioso arco de medio punto, y ante el paño de la catedral un monumento dedicado al patrón Santo Tomas de Villanueva (1486-1555), cuando el santo murió, se repartieron entre los pobres todo el dinero que había en su casa.  La patrona es la Virgen de las Angustias. Junto al Ayuntamiento hay una tienda con venta de prensa, compré La Tribuna del día 10, número 5.260.  En primera página FENAVIN (Feria del vino) promete, en la foto vemos al presidente regional: José María Barreda, brinda junto a Manuel Juliá, Clementina Díez de Baldeón, Ángel Amador, Mercedes Gómez, Nemesio de Lara y Francisco Gil Ortega. El vino es sin duda la mayor riqueza de la Mancha, 600.000 hectáreas de viñedo lo que supone el 50% de la superficie nacional. También aparece en la portada un suceso: la muerte, siempre lamentable, de un trabajador en Daimiel de 55 años al caer de un andamio de cuatro metros de altura.

       -Tengo hambre, tú mucho monumento y mucha foto, pero las piedras, las iglesias y los soportales no alimentan.
       Se quejó mi mujer de cierto apetito crepuscular, aunque ella es de poco comer, por eso mantiene el tipo y la figura de modelo.
     -Anda, pregunta tú donde hay una cafetería que esté bien.
     Una amable chica de los Infantes, hospitalaria, porque iba vestida de enfermera, nos estuvo indicando varios lugares cercanos, y nos mandó a la plaza de San Juan donde se erige el monumento a Quevedo. Allí hay varios bares de pueblo, donde todos los clientes son varones. Tomamos una merienda cena en la terraza de un bar con pizzas. Las gentes son muy mirones porque no están muy acostumbrados a ver a dos turistas comiendo «ruideritos», detrás de unas pizzas.
     No vi en los locales nombres dedicados a usted, señor Azorín, sin embargo, ha quedado engrandecido el nombre del caballero del Verde Gabán, gracias a usted.
     Al anochecer, porque en este mes de mayo los días son largos regresamos por la misma carretera al Hotel la Colgada, lo ideal hubiera sido pasar por Villahermosa donde se cuenta que camino de Montiel don Quijote alanceó a las ovejas y desde allí regresar a las Lagunas de Ruidera, pero tal vez uno se va volviendo precavido porque siempre puede haber una legua de mal camino, sobre todo de noche.


Autor. Ramón Fernández Palmeral