Con un total de 121 concesiones mineras, Nerja es, con abrumadora diferencia, el municipio de mayor actividad minera de toda la Axarquía, concentrando el 40% del total de concesiones históricamente otorgadas en los municipios de esta comarca, estando a la altura de los municipios más mineros de la provincia de Málaga. Es imposible reflejar en este corto espacio la magnitud de esta actividad minera, por lo que remitimos a nuestra publicación específica sobre la minería de Nerja: Un siglo de minería en la Sierra de Nerja.

Un somero análisis de la estadística minera de Nerja nos muestra una actividad que, descontando la etapa minera anterior a los registros mineros, la actividad minera se inicia en el año 1871 y termina en el año 1959, un total de 88 años, aunque la actividad minera propiamente dicha comienza realmente en 1826, deteniéndose en gran parte en los años 1920s, por lo que se puede estimar en poco más o menos un siglo el periodo de minería en este municipio, a pesar de que posteriormente siguieron produciéndose registros mineros, ya en la parte baja de Nerja, con nuevos minerales como la magnesita (reactivada en los años 1940s) y algunos otros proyectos más que no acabaron de consolidarse.

Por grupos de sustancias, el mineral más abundante que se buscó en Nerja fue el del grupo del plomo, con 41 concesiones, seguido del grupo del hierro (30 concesiones) y el cinc (24 concesiones). Bien es cierto que, si nos atenemos a las estadísticas mineras, el plomo solo tuvo relevancia en la primera mitad de este periodo, decayendo luego la productividad hasta desaparecer a principios de los años 1920s, aunque las concesiones siguieron produciéndose. El resto de los minerales aparecen en un número muy reducido de concesiones, encabezado por la magnesita (10), el cobre (4) y el cinc (4), existiendo además 2 concesiones mixtas de plomo y zinc. Si examinamos el año de las concesiones mineras, observamos que los minerales mayoritarios (plomo y hierro) se extienden a lo largo de todo el periodo de la minería de Nerja (1871-1959), si bien el plomo empezó una década antes que el hierro. La calamina también ha sido un mineral constante en la minería de Nerja, pero deteniéndose prácticamente en 1918, no recuperándose su interés hasta el final del periodo histórico. Los restantes grupos aparecen en intervalos de tiempos relativamente cortos. Así, el grupo del cobre solo aparece en el año 1880; el grupo del zinc prácticamente entre 1918 y 1920. La magnesita o giobertita era un mineral desconocido en Nerja durante más de la primera mitad del periodo minero de este municipio, no apareciendo hasta el año 1926, deteniéndose en este año y no reapareciendo hasta 1940 en que se reanuda el interés por este singular mineral, posiblemente vinculado a una demanda de algún sector de producción, como el farmacéutico (ej. sales magnésicas).

En cuanto a la localización de las minas, la gran mayoría se encuentra en la Sierra de Nerja (parte de la Sierra de Almijara). En efecto, 75 de los 121 topónimos utilizados para señalar los parajes de ubicación de las concesiones nos dan idea de un relieve muy accidentado en el que los “barrancos” acaparan la mayoría de las concesiones (42 casos: 34,7%), entre los que destacan, por su frecuencia, el Barranco de los Cazadores (17 casos) seguido del Barranco de las Nogueras, el Barranco del Gallo, etc., todos ellos formando parte de la cuenca de arroyo de la Coladilla. Le siguen en importancia los topónimos que aluden a “cuestas” (12 casos, siendo el principal (la Cuesta de Las Nogueras), a los “tajos” (11), “lomas” (6) y “cerros” (4 ). Es en estos lugares donde se encuentran prácticamente la totalidad de las minas de plomo, hierro, zinc y calamina.. Otros minerales, como la magnesita, se encuentran en localidades del piedemonte de la Sierra de Nerja: Los Cancharrales, Castillo Alto, Fuente del Badén y Maro. Algunas de estas localidades actualmente han sido absorbidas por la expansión de los núcleos urbanos de Nerja y Maro.

No nos ha sido posible determinar con exactitud en qué año comenzó la minería en la Sierra de Nerja. Suponemos que, como sucediera en la vecina Alpujarras, la actividad comenzó a principios del siglo XIX con rebuscadores vinculados a contrabandistas que mercadeaban ante la fuerte demanda proveniente del extranjero. Tras la desamortización del subsuelo en la Ley de Minas de 1825, se liberalizó la minería y presumiblemente comenzarían las primeras concesiones en la Sierra de Nerja, a cargo de algunos inversores locales que trataron de buscar fortuna en lo que prometía ser una panacea. Se tiene así las primeras noticias de explotación minera en la zona del Navachica, desde el año 1826, en que se creó una compañía minera para explotar plomo. Pronto se implicaron inversores nerjeños como Lorenzo Terol Sempere, que no sólo impulsó algunos proyectos mineros, sino que también se implicó en la metalurgia, construyendo una fábrica de fundición de plomo, llamada San Lorenzo (luego llamada San Miguel por sus herederos) en la playa de Burriana, donde se embarcaban los lingotes de plomo a barcazas que lo llevaban a barcos fondeados en la bahía. Durante el siglo XIX, salvando algunos altibajos que provocaron el cierre temporal de las minas, la Sierra de Nerja aparecía en las crónicas de minería de España, con una producción destacable, sobre todo en plomo y cinc, siendo la segunda de Málaga (después de Marbella) en volumen de producción, interesándose por sus productos otro metalúrgico notable, Manuel Agustín Heredia, a cuya ferrería La Constancia iban a parar los minerales arrancados en la Sierra de Nerja. Baste señalar la crónica del célebre ingeniero de minas Alvarez de Linera sobre la situación de las minas de Nerja en el año 1852: “en este año operaban ocho minas: una (la de San Antonio ) de galena y “plomo blanco” (cerusita) y las restantes de galena: Buena Fe, San Miguel, Sto. Cristo de la Yedra, San Ramón, Sta. Cruz de Mayo, San Pantaleón y Buena Unión”. El ingeniero comenta que en ese año hubo una “animación (minera) desconocida en la sierra, a pesar de las modestas excavaciones, pues se buscaba el mineral en pequeñas bolsadas de minas y minachos por rebuscadores, llegándose a fundir 50.000 quintales de mineral en las fábricas de San Miguel”.